El Ayuntamiento de Murcia quería hacer, en terrenos cedidos por la Comunidad Autónoma, un super parking, en pleno centro de la ciudad, junto al Corte Inglés y al Palacio de San Esteban. Había muchos intereses y dinero de por medio, pero tal como anunciaron los expertos, y vaticinó el profesor (y héroe) García del Toro, las excavaciones iban a sacar restos arqueológicos de gran importancia.
La sorpresa ha sido mayúscula, lo descubierto bajo tierra supera todas las previsiones: Un espectacular yacimiento arqueológico que deja al descubierto todo un barrio de la Murcia andalusí del siglo XIII. Cincuenta casas, cuatro palacios, una mezquita, amplias calles, con su correspondiente alcantarillado, un cementerio, en fin, un fragmento de ciudad en el que los objetos que va a contemplar en la exposición encuentran su contexto, su explicación, su sentido último.
Por las calles de este arrabal, por el que transitaron e hicieron su vida cotidiana musulmanes y cristianos de hace ocho siglos, hoy milagrosamente rescatado del olvido, podemos muy bien imaginar un paseo del Rey Alfonso X El Sabio, que tanto amó la ciudad, dirigiéndose a su esposa en catalán; imaginamos a sus súbditos, conversando entre sí en alguna de las cuatro lenguas que, además del castellano, podían escucharse en sus jardines: el catalán, el galaico-portugués -lengua que el propio rey utilizaba en sus cantigas-, el hebreo, y el árabe.
En las inmediaciones de este barrio los dominicos fundaron su “Studium Solemne” para que sus frailes aprendieran el árabe, traduciéndose allí textos de diversa índole, en un ejercicio de amor al saber tan admirable como ejemplarizante. La posibilidad que el yacimiento nos ofrece de conocer ampliamente esa ciudad, la ilustrada y la popular, de asumir una historia de tolerancia y sabiduría que aún hoy tiene mucho que enseñarnos, se ha visto amenazada por la avaricia de la especulación, y por la falta de sensibilidad, pero al final ha triunfado la cordura, la historia, la cultura y, sobre todo, la ciudadanía.
Este yacimiento es único, tanto por su extensión como por las posibilidades de estudio sobre la Murcia andalusí del siglo XIII que el hallazgo nos brinda. En defensa de la integridad del yacimiento se han movilizado durante las últimas semanas miles de ciudadanos anónimos de todas las clases, de profesiones variopintas, de todas las ideologías, que han elevado sus voces contra la barbarie que amenazaba con destruirlo todo.
Ha sido el propio Presidente Valcárcel, quien ha anunciado que el parking no se hará y que el arrabal, tal como pasó con el Teatro Romano de Cartagena, recuperado y puesto en valor, coordinandolo todo una comisión de expertos en la que estará el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, D. José Mª Luzón, quien fuera Director del Museo del Prado y Director del Museo Arqueológico Nacional y cuyas declaraciones en su visita al yacimiento han contribuido enormemente a la concienciación y difusión del hallazgo que, sin duda, es de importancia nacional e internacional: "querían hacer un parking y se ha encontrado una mina de oro".
Uno no lo puede remediar, y en ocasiones como ésta casi atisba la felicidad por el triunfo de la razón y la cultura y, además, uno se siente más orgulloso que nunca de ser un ciudadano.