
Quienes me conocen por mis obras al aire libre se dan cuenta que, de vez en cuando, introduzco en el cuadro gentes, personajes, viandantes... Las calles vacías (llenas de ausencias) tienen su misterio inquietante, es cierto, pero no dejar escapar las gentes, los coches... es un intento de apresar el breve instante de su bullicio cotidiano, de su pálpito vital.
Como un mundo paralelo a los paisajes y a los cuadros urbanos, desde siempre me ha atraido la figura humana y, en especial el desnudo. A ello he dedicado muchas de mis exposiciones. Es uno de los grandes y eternos temas del arte de todos los tiempos, nada "moderno", porque ya lo hacían los griegos, pero siempre puede ser repensado, sin ánimo de descubrir nada, ni de escandalizar (harto imposible ya, porque todo está inventado), pero sí con la intención de transmitir sensaciones, plantear personales visiones, hacer algún guiño artístico... poner un poquito de uno mismo en el intento y, sobre todo, recorrer senderos personales, aunque por ellos hayan pasado otros, pero disfrutar en el camino. El cuerpo humano, independientemente de que cumpla los cánones de la belleza establecida, es siempre bello, salvajemente bello, tiernamente bello, brutalmente bello, angelicalmente bello, pecaminosamente bello, suciamente bello, espiritualmente bello, cambiantemente bello. Miles de años llevamos intentando conocer, interpretar, poseer, trascender, penetrar, disfrutar, domesticar, liberar, atesorar y compartir lo que nos hace presentes y nos hace relacionarnos: el cuerpo.
Este cuadro de arriba, acrílico sobre lienzo, lo hice para la exposición colectiva sobre Arte Erótico que actualmente se puede contemplar en Bullas, Murcia.