De camino a El Algar he vuelto a parar y disfrutar del espectáculo impresionante de uno de los pocos MOLINOS DE VIENTO que aún funcionan en el Campo de Cartagena. Ya de crío, cuando el doctor Carlos Romero Galiana iba fotografiandolos y catalogándolos, solía yo coger la bicicleta, unos lápices y un bloc y andarme los caminos y las sendas para dibujar estos gigantes que poblaron nuestra comarca. Unos ingenios que movidos por la fuerza de los vientos de jaloque, levante, mistral o leveche, con sus velas latinas y sus ocho palos, trabajaron sin descanso para sacar las aguas subterráneas a la superficie, para moler el cereal y fabricar la harina y para picar el esparto o refinar la sal. Hoy dia, la mayoría decrépitos y ruinosos, piden a gritos ser restaurados y puestos en valor con su increible belleza monumental.
«Sólo hay molinos tan bellos como los nuestros en Mikonos y Creta, pero nuestros paisanos no se enteran», dijo el poeta Antonio Oliver a Asensio Sáez. Como dijera la poetisa Carmen Conde estos molinos« en el campo son navíos / y que aquí, ya veleros anclados, te aureolan. / ¡Cuánto barco en tu pueblo de oleajes / derramándose el campo en blancos lienzos!
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