Como los antiguos cómicos, de pueblo en pueblo, muchos pintores, armados de caballete, pinceles, espátulas, pinturas, botes, trapos y, a veces, hasta un sombrero mitad de jornalero, mitad de caballero, bien de madrugada, después de una noche velando armas, cargamos nuestra monovolumen y nos disponemos a recorrer atovías, carreteras y caminos "para llegar al quinto infierno" como quien llega al cielo. Una mezcla de sueño y ansiedad y con los ojos bien abiertos y los sentidos a flor de piel. La casa está lejos pero este pueblo o esta ciudad se te ofrecen a tu mirada, a tus manos... no vas a dejar escapar la oportunidad. Tal vez no se puede meter el mar en un agujero hecho en la arena ¿pero quién dijo que no voy a poder robarle el alma a estas calles y atraparlas, para siempre, en esta madera de cien por cien si tengo la paleta cargada de sueños?
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