Pintar un cuadro es un placer, a veces no exento de dificultades; pero lo que realmente cuesta es dar por terminada una obra. Sé que llega un momento en que es mejor dejarlo, que ya no va a mejorar y puede que empeore, que pierda espontaneidad, frescura o gestualidad, que se haga demasiado relamido...
Esto suele pasar en la pintura del natural, en los concursos al aire libre, pero también en el estudio. En los concursos, normalmente, suelo apurar hasta el último minuto, salvo cuando veo que me sale un cuadro "genial" que termino mucho antes porque lo dejo venir y lo dejo estar.
En los encargos también peco de exceso, de no estar nunca convencido, de trabajar hasta que se acaba el plazo de entrega, de pensar que siempre se le puede dar una pincelada más. Uno nunca está totalmente satisfecho y es muy difícil dar un cuadro por terminado.
Con este retrato de Rocío y Nati, encargado por su padre para Reyes Magos, estuve trabajando hasta ayer mismo. Estoy satisfecho porque tiene un punto dulce y un punto áspero, mantiene cierta frescura del esbozo y, sin embargo, se nota elaboración, sobre todo en los rostros, donde debe estar el foco de atención.
Por cierto, es la quinta obra mía que adquiere esta familia, todo un honor para mí.
1 comentario:
pues totalmente de acuerdo contigo con el resultado del cuadro. y esas caritas te han quedado que parece que las hubieras plasmado con la cámara en lugar de con los pinceles.
un artista, si señor. besos.
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