El Concurso de Castellar (Jaén) es una cita obligada para todos los amantes de la pintura rápida del natural. Estamos acostumbrados a sortear los elementos y al final, terminar nuestras obras: ni el frio, ni el calor sofocante del verano logran vencer a los "artistas de la legua". Pero esta vez nos enfrentamos a mucho más. No faltó nadie: Eramos 300 y la batalla la más dura de todos los tiempos. Llegados de todos los rincones (Cartagena, Gijón, Madrid, Valencia, Barcelona, Málaga...), la mayoría habíamos pasado la noche sin dormir, viajando tres, cuatro, cinco o más horas bajo la
lluvia y al llegar, armados de pinceles y con los lienzos como escudos, veíamos las caras estupefactas de los vecinos de estas tierras de interminables olivares: pensaban que, sin duda, estos pintores están locos. Llovía a manta y así estuvo todo el día. Tal vez era el aliciente de los 6.000 € del premio, aunque seguro que había más de amor propio para no dejarse vencer tras el largo viaje. Hubo quien pintó dentro de las cabinas telefónicas, otros bajo el breve alero de un balcón, otros bajo una sombrilla, algunos bajo la puerta levantada del maletero de la monovolumen... Pero nadie se retiró. Algún ingénuo decía que habría más posibilidades porque, en tales circunstancias, el nivel bajaría... Cuando inundamos el colegio de cuadros aquello era impresionante: una calidad como nunca.
Todos pusimos lo mejor que teníamos dentro. La lluvia y el frío no pudieron con nosotros. El público no faltó. Aquello había que verlo.
El Concurso de Castellar (Jaén) es una cita obligada para todos los amantes de la pintura rápida del natural. Estamos acostumbrados a sortear los elementos y al final, terminar nuestras obras: ni el frio, ni el calor sofocante del verano logran vencer a los "artistas de la legua". Pero esta vez nos enfrentamos a mucho más. No faltó nadie: Eramos 300 y la batalla la más dura de todos los tiempos. Llegados de todos los rincones (Cartagena, Gijón, Madrid, Valencia, Barcelona, Málaga...), la mayoría habíamos pasado la noche sin dormir, viajando tres, cuatro, cinco o más horas bajo la 
lluvia y al llegar, armados de pinceles y con los lienzos como escudos, veíamos las caras estupefactas de los vecinos de estas tierras de interminables olivares: pensaban que, sin duda, estos pintores están locos. Llovía a manta y así estuvo todo el día. Tal vez era el aliciente de los 6.000 € del premio, aunque seguro que había más de amor propio para no dejarse vencer tras el largo viaje. Hubo quien pintó dentro de las cabinas telefónicas, otros bajo el breve alero de un balcón, otros bajo una sombrilla, algunos bajo la puerta levantada del maletero de la monovolumen... Pero nadie se retiró. Algún ingénuo decía que habría más posibilidades porque, en tales circunstancias, el nivel bajaría... Cuando inundamos el colegio de cuadros aquello era impresionante: una calidad como nunca. 
Todos pusimos lo mejor que teníamos dentro. La lluvia y el frío no pudieron con nosotros. El público no faltó. Aquello había que verlo. 
1 comentario:
Veo que no sólo eres un artista para la pintura, sino también en la fotografía y en la palabra. Me ha gustado mucho tu blog, las imágenes y lo que escribes... tu manera de expresarte, en general. Gracias por regalarnos tu forma de ver el mundo. Creo que te visitaré a menudo, esta página es muy interesante. Por cierto... no me extraña que lloviera "a cántaros" si lo estabas pidiendo (en la entrada anterior de "agua y verde"). Me gustaría que pusieses tu cuadro de Castellar, si es posible. Muchas gracias, mucho ánimo y que tengas mucha suerte en tus viajes artísticos.
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